El chico que dibujaba constelaciones (Alice Kellen)
Hello! ¿Qué tal estáis? Hoy os traigo un libro que tenía muchas ganas de leer pero que no me atrevía a dar el paso, hasta que Tami de Secrettland me convenció para ello. Tenemos gustos parecidos y a ninguna nos gusta la típica novela romántica, por lo que si a ella le encantó, seguro que a mí no me decepcionaría.
Editorial: Autopublicado | Páginas: 245 | Precio: 11,34€
La novela
nos cuenta la historia de amor de Valentina y Gabriel, una historia de amor normal y corriente, pero
real. Tan real que parece de verdad, y eso es lo que la hace única y
especial. Se desarrolla desde inicios de la década de los sesenta
en Valencia, durante una España retrógrada, acobardada y donde el decoro y la
falta de voz estaban a la orden del día.
He de decir que terminé el libro el mismo día que lo comencé
y es que era incapaz de dejar de leerlo. La trama de por sí es
"tranquila", no hay una tensión excesiva que te genere una necesidad
enfermiza de continuar leyendo. Es
esa tranquilidad la que hace que, por "voluntad propia", sin recurrir
a cliffhangers ni plot twists, quieras saber cómo se desarrolla la historia. Qué
más ocurre. Qué más, qué más.
La pluma de Alice Kellen me ha impresionado. Es muy sencilla, en absoluto
recargada pero muy elegante. Atrapa, sin más. Por ello la lectura resulta súper
ágil y fresca y, como os decía, se lee en el día. La narración es
en primera persona y, personalmente, durante todo el relato tuve la sensación de estar leyendo a
escondidas algo que no me correspondía. Como si hubiera encontrado un diario o
unas viejas cartas polvorientas escondidas en el desván.
La historia es preciosa y nada empalagosa. Como
os comentaba antes, es esa normalidad, esa falta de ?? la que hace de la
relación única y singular. La
historia de Valentina y Gabriel se diferencia de las demás en que es SU
historia. Sólo de ellos. Con sus malas rachas, con sus mejores épocas, con su
rutina, sus discusiones, sus besos en la frente y sus problemas. No
es la historia más romántica del mundo, ni la más dramática o la más bella.
Pero es su historia y eso la hace única. Las
relaciones son un mundo y son los detalles los que las diferencia unas de
otras.
He disfrutado de todos los personajes, que son muy completos y están
bien construidos. La evolución de Valentina es sutil y paulatina, pero se
palpa. Gabriel, por otro lado, no tiene un desarrollo tan marcado, pero es que
tampoco lo necesita. Encontramos personajes secundarios, cada cual
con más o menos importancia en la trama, pero no son sumamente relevantes. Lo
primordial, lo valioso, es la relación de los protagonistas.
El chico que dibujaba constelaciones es un libro que hace sentir y reflexionar, al menos en
mi caso. Aunque desde el inicio imaginaba el final, no he podido evitar leerlo
emocionada, al borde del llanto. Es una historia que hace hincapié en los pequeños detalles y en
la lucha continua para mantener vivo el amor, en la seguridad y la fortaleza
que tu pareja te da siempre desde la libertad. Una relación sana,
madura y sólida entre tanta toxicidad que se devora en una tarde y que deja un
sabor dulce en la boca. Os va a encantar, estoy segura de ello.
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